Son uno de los géneros más complicados del Periodismo y requiere de profesionales con cierto grado de experiencia y con un determinado perfil para que funcionen correctamente. Las sucesivas elecciones municipales, autonómicas y generales que vamos a tener este año los van a poner de moda aunque, en realidad, siempre están ahí en sus distintas variantes. Así que, sumerjámonos en el proceloso mar de los Debates.
Creo que lo primero, siempre, es definir conceptos. Según la Real Academia Española (RAE), debatir tiene un significado muy bélico, sobre todo, en su segunda acepción de “combatir, guerrear”. La primera se acerca algo más: “altercar, contender, discutir, disputar sobre algo”.
Desde el punto de vista del Periodismo, es un género que califican de dialógico, “palabro” extraño, pero que une en un mismo paraguas al debate, el coloquio, la tertulia y la conversación.
Qué diferencias crees que hay entre unos y otros. En realidad, se trata más de pequeños matices que de grandes diferencias. El Coloquio tiene tres acepciones que pueden encajar: “conversación entre dos o más personas”, “reunión en que se convoca a un número limitado de personas para que debatan un problema, sin que necesariamente haya de recaer acuerdo” y “discusión que puede seguir a una disertación, sobre las cuestiones tratadas en ella”.
Veamos cómo define la RAE la Tertulia: “reunión de personas que se juntan habitualmente para conversar o recrearse”. Y la Conversación: “acción y efecto de hablar familiarmente una o varias personas con otra u otras”.
Así pues, el debate es signo de confrontación, el coloquio es (o debería) más tranquilo, la tertulia es periódica y la conversación entraña familiaridad. Con las diferencias de matices entre géneros delante, cómo calificarías los programas que se emiten en radio y televisión. Es importante decidirlo porque el papel del periodista, al igual que el de los asistentes, cambia según el formato, o incluso se diluye y desaparece.
En el debate, la moderación de un buen profesional es más que necesaria: puede subir el nivel y también hundirlo. Normalmente los invitados suelen ser de uno a cinco máximo para que exista el dinamismo necesario, aunque lo lógico es que sean dos y que ocupen posiciones ideológicas opuestas. Tanto es así que pueden crearse situaciones complicadas que hay que atajar de raíz.
Hace unos cuantos años, dirigía un programa en una radio local y, para comentar la noticia sobre la construcción de la incineradora de Valdemingómez, establecí un debate entre el entonces concejal de Limpieza del Ayuntamiento de Madrid y un representante de los ecologistas. El primero entró por teléfono y el segundo estaba en la emisora… y menos mal. Tuve que cortar la discusión entre ambos porque empezaron a llover descalificaciones personales, algo que debía controlar de inmediato. Y lo hice.
El periodista que se encargue de moderar un debate debe:
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Ser más imparcial que nunca.
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Conocer muy bien el tema y a los participantes.
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Crear un guión flexible, que le permita entrar en otras materias no pautadas previamente pero que han ido saliendo y que pueden ser de interés.
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Intentar que los presentes tengan las mismas oportunidades y tiempos de réplica.
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Redirigir los temas cuando se desvían del principal pero, al tiempo, saber cuándo es necesario para el público que así sea.
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Ahondar en puntos que esbozan los invitados para conseguir completar lo dicho e incluso cambiar por completo la línea de discusión. En España, este último punto, en el debate político, es imposible porque se acuerdan las preguntas de antemano.
Como ves, se trata de una función sumamente compleja, sobre todo cuando hablamos de política al más alto nivel. Ejemplos malos y aburridos (algo que no debería ocurrir) hay a montones, solo tienes que ver los de las últimas elecciones en nuestro país. Encontrar alguno bueno requiere salir de España e irnos a EEUU (cada vez menos) y, en algún caso, a Gran Bretaña, Francia y Alemania. Los políticos son cada vez más conscientes del poder del debate, sobre todo en televisión, quieren controlarlo todo y utilizan las herramientas a su alcance para conseguirlo. Creo que no hace falta que te diga cuáles pueden ser.
Lo curioso es que es un género que no se enseña en las facultades de Periodismo, al menos cuando yo estudiaba. Sé que es preciso tener una cierta veteranía para el éxito pero sí que serían necesarias unas pautas mínimas de formación que, hoy por hoy, creo que son inexistentes. En caso contrario, por favor, corrígeme.
El coloquio es más tranquilo. Las posiciones no tienen por qué estar enfrentadas, aunque sí es conveniente que exista un abanico de ellas para ofrecer mejor información (recordemos que este es el fin primordial de cualquier género periodístico). Suele haber más de dos invitados y se diferencia de la tertulia en que cubre un hecho concreto, no periódico. Por ejemplo, el que se genera a la hora de comentar los resultados de las elecciones, mientras se están ofreciendo.
Aquí el periodista, aunque ejerce una labor similar a la del debate, tiene una responsabilidad menor. También debe permitir que todos tengan su momento para exponer opiniones, redirigir los temas y ahondar en determinados puntos. Sin embargo, es mucho más relajado y le permite, en ciertos momentos, ser menos objetivo y dar algo de opinión.
La tertulia, como has visto, se organiza de forma habitual. Por ejemplo, lo es la de Al rojo vivo, en La Sexta, El Cascabel en 13TV, … o las que hay en las radios en los magazines de por la mañana para comentar la actualidad. Lo lógico es que los participantes, casi siempre los mismos, también pertenezcan a un abanico ideológico amplio. La participación del profesional se limita más a moderar y establecer los tiempos que a otra cosa. En principio, deja que los contertulios hablen con libertad y solo interviene cuando es estrictamente necesario, como en el coloquio. De hecho, las diferencias entre ambos géneros casi desaparecen, si quitamos esa característica de periodicidad.
En la conversación no tiene ni que existir el periodista. Es algo que hace muy bien Risto Mejide: no entrevista, conversa; y que en su momento también hacía Pedro Ruíz. Las personas que intervienen simplemente hablan sobre un determinado tema durante el tiempo del programa. Ambos expresan sus opiniones con libertad y el diálogo puede ir por derroteros diferentes a los iniciales sin que haya ningún problema.
La verdad es que no me atrevo a calificar espacios como el ¿debate? de Gran Hermano, las ¿tertulias? que dirige Jorge Javier Vázquez y cosas similares que proliferan más en televisión, sobre todo en Telecinco, y poco, por suerte, en radio. ¿A qué género crees tú que pertenecen? Teniendo en cuenta que los periodistas, en general, brillan por su ausencia y, en particular, los que lo son no actúan como tales, casi los trataría más como un nuevo género NO informativo sino televisivo. ¿Se te ocurre alguna denominación?
Te iba a poner enlaces sobre cómo preparar y realizar un debate, desde el punto de vista del profesional. Lo siento: he sido incapaz de encontrar alguno. Mucho sobre Comunicación, de lo que hablaremos en el próximo artículo de Bloggy Mary, pero nada de Periodismo ni de Protocolo… así que, complementa si tienes más suerte. Por eso, me he explayado más de lo habitual.
Gracias, como siempre, por comentar y por compartir.
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