Es verdad, un festival cuya asistencia está en 240.000 personas, a 80.000 por día, es una auténtica locura en cuanto a la organización. Es verdad, muchos de los problemas se fueron subsanando. Es verdad que el público y las actuaciones en el #MadCool2018 fueron espléndidos,…

Mad Cool Festival 2018

Pero también es verdad que el caos era evidente, que la desorganización supuso para mí un antes y un después en lo que nunca se debería hacer, y que, en muchos casos, nos sentimos como si fuéramos ganado.

Supongo que, a estas alturas, a poco que te guste la música y estés en el mundo, habrás escuchado, leído y visto todo lo habido y por haber sobre esta tercera edición de un festival que se autodenominó, con razón para lo bueno y para lo malo, como el más grande celebrado en España. Los organizadores, que ya cuentan con cierto bagaje en estas lides, sobre todo Javier Arnaiz (Farruco Castromán viene del mundo del cine), quisieron dar el salto desde la Caja Mágica y 100.000 asistentes a la burrada que vivimos entre Valdebebas e IFEMA.

Como ya estarás en antecedentes, te cuento mi experiencia. Antes de entrar, habíamos decidido los grupos con los que disfrutar y habíamos reservado en los autobuses lanzadera que salían del festival. Para ir, después de comprobar que, en cualquier transporte público a elegir, íbamos a estar un mínimo de 20 minutos andando para llegar a la entrada, decidimos coger un taxi.

La primera opción fue Uber. Teníamos una promoción en la que te descontaban 10 euros, accedías por VIP y no sé cuántas otras cosas más. Habíamos quedado en la plaza de Colón y, cuando vimos que nos cobraban 45 euros, con el descuento incluido, lo desechamos y nos cogimos un taxi. Precio: 18 euros.

Tuvimos suerte. Las pulseras estaban en nuestro haber desde Semana Santa y llegamos al recinto sobre las 20:00, cuando la cola para entrar era asumible y no hacía tanto calor. Pero eso de pasar por la entrada, tener que subir un par de kilómetros y dar la vuelta para volver al mismo sitio, fue de chiste. Bueno, venga, vale, qué se le va a hacer, será por temas de seguridad. Estamos de buen rollo.

pulsera mad cool 2018

Aunque algunos dispositivos para escanear las entradas no funcionaban, nosotras no tuvimos problemas y nos fuimos directas, tras la caminata y el calor, a por un refrigerio para calmar la sed.

Segundo golpe del día: las colas en las barras (había muchas, todo hay que decirlo) eran tremendas. Tenías en un metro a cinco camareros que no te hacían ni caso (luego averiguamos por qué). Por fin, llegamos y cuál no sería mi sorpresa, que no tenía casi dinero en metálico, cuando me dicen que no les funcionaban los datáfonos. Tampoco había cajeros (hasta que nos enteramos de ello fue otra odisea). Bueno, no pasa nada, llevábamos efectivo, pero imagina que no hubiera sido así…

Paseo para hacernos con el recinto y asistencia a los conciertos. Aprovechamos para ver a Pearl Jam desde la noria del recinto, creo que la mejor idea que tuvieron los organizadores, y ya que estábamos también para evitar las aglomeraciones en los puestos de comida que, he de decir, eran muchos y variados, para todos los gustos.

A la hora de marcharnos, vino otro de los errores. Las colas para el taxi eran, literalmente, kilométricas, de más de una hora, me informó un taxista. Uber ni estaba ni se le esperaba. Los autobuses iban más ligeros. Los articulados dejaban en Plaza de Castilla; los de Alsa, en Colón. Nosotras subimos a estos últimos.

Además de la caminata hasta llegar a ellos, el que unos chavales de la organización te fueran azuzando en plan “venga, venga, venga”, la gente subiera apelotonada, sentada en el pasillo y en las escaleras de los autocares, y fueras escuchando cosas como “¡Mándame diez más!” o “¡Venga, arriba! Que aún cabéis” tras haber pagado dos euros por viaje, fue el culmen de la mala experiencia.

La policía municipal de Madrid nos escoltaba hasta alcanzar la M11. Luego, ya solos. Nos enteramos, el último día, de que el récord de personas en los autocares fue de 131. Si según la web de la empresa el máximo de plazas al alquilar es de 55, entenderás cómo íbamos. Un frenazo, un incidente, ni te cuento un accidente y no quiero ni pensarlo. Supongo que en los articulados habría aún más personas. Lo dicho, como borregos. Por cierto, nadie nos pidió los billetes…

Aunque en el transporte la cosa siguió igual el resto de días, muchos de los problemas del primero se solucionaron, sobre todo en los accesos. En los puestos ya te recomendaban que guardaras el efectivo para la última hora, que era cuando empezaban a fallar los datáfonos. Por cierto, los baños bien: limpios, rápidos y, al menos en los de chicas, con dispensadores para lavarte las manos en cada uno de los lavabos. Punto para la organización.

Punto que perdió, con otros cuantos más, cuando hizo la penosa gestión de la cancelación del concierto de Massive Attack. Coincidió este en horario con otro de los grandes grupos del día, Franz Ferdinand, cada uno en una punta del recinto. El primero en zona cubierta y el segundo al aire libre. Unas 25.000 personas nos fuimos a ver a los de Bristol. Por lo que la organización comentó después, estos escuchaban el otro concierto y se negaron a tocar. He de decir que estábamos como a veinte metros del escenario y nosotras no los oíamos, ni siquiera cuando luego nos salimos.

anuncio cancelación concierto Massive Attack en Mad Cool 2018

El caso es que la organización no informó de lo que ocurría hasta ¡¡hora y media más tarde!!, cuando ya había terminado la actuación de los escoceses. Puso en pantalla solo la frase de cancelación y, hala, nada más. Nadie salió a dar explicaciones y se limitaron a enviar un comunicado a los medios, que también se publicó en redes. Desastroso.

Tras esos dos días, el tercero íbamos un poco amoscados a ver con qué nos sorprendían. Por suerte, no hubo más problemas que los habituales con los datáfonos, los autobuses y los taxis.

Conclusiones sobre lo que hay que mejorar que saqué al respecto:

  • Nunca negocies la forma de llegar y de salir de un macroevento (o mini, me da igual) en transporte público a una semana de que empiece. Debe ser una de las prioridades desde el principio.

  • Facilita siempre los accesos. Con la tecnología actual, que los escáneres den problemas o que se formen colas de hasta hora y media para entrar, no es de recibo. Los organizadores se excusaron con que no se esperaban tanta asistencia a primera hora; no me sirve porque debes tener previsto que pueda ocurrir y saber cómo responder.

  • Las personas no somos ganado. Hay que tratar a los asistentes en consecuencia.

  • Contrata una señal wifi, 4G o 5G por encima de lo que estimes porque se sobrepasará. A día de hoy, es inaceptable que la gente no pueda llamar por el móvil, no pueda acceder a las redes o no pueda pagar con tarjeta en un evento, tres cosas que nos pasaron a nosotras.

  • Haz un plan de crisis y no solo de seguridad, para saber cómo gestionar, por ejemplo, que una actuación se cancele. La Ley de Murphy existe.

  • Informa sobre el recinto a todo el personal que tenga o pueda tener algún contacto con el público. La seguridad, los que están en los baños, etc., deberían saber qué hay y qué no hay en él (por ejemplo, cajeros), dónde está cada escenario, dónde se encuentran los aseos,…

  • Los de la zona VIP, por lo visto, tampoco lo tuvieron mejor. Si estás cobrando una pasta por una serie de privilegios, debes tener la capacidad de responder ante ellos.

  • Informa a los asistentes de los porqués: por qué tienen que subir y luego bajar para entrar, por qué los autobuses estaban dos kilómetros más para arriba, por qué… Para que te hagas una idea, solo el primer día anduvimos 18 kilómetros.

  • Aunque esto no dependía de la organización propiamente dicha, el que los policías se vieran sobrepasados, tuvieran que doblar turnos o no contaran ni siquiera con agua fresca, clama al cielo.

Y ahora lo positivo que se debería mantener:

  • Las pulseras nos llegaron con tiempo más que de sobra (casi cuatro meses antes).
  • Muy bien el tema de aseos: muchos, limpios y rápidos, en zonas clave. Y, casi siempre, con papel higiénico.

  • Bien la variedad de barras y de lugares muy diversos para comer. Lo de las colas del primer día, por suerte, no se volvieron a repetir y, en cinco minutos o un máximo de diez, ya tenías tus consumiciones.

  • Me gustó el césped artificial. Algunos medios indican que daba calambre, nosotras no los sufrimos en ningún momento y es bastante mejor que sentarse en la tierra.

  • Bien el sonido y las pantallas gigantes. La parte técnica, en este sentido, fue casi impecable, aunque había algún concierto que se solapaba pero fue en raras ocasiones.

  • Había una zona con aspersores de agua que venían de escándalo cuando apretaba el sol.

  • A pesar de las 80.000 personas/día, no notamos aglomeraciones en general, salvo en los conciertos más importantes, cuando te ibas al lado del escenario o, el primer día, en todo lo que fueras a consumir.

Teniendo en cuenta que las dos veces que subimos a la noria coincidimos con norteamericanos y que había muchísimo extranjero, la imagen de desorganización nos afectó a los madrileños y, por extensión, a todos los españoles: adiós #MarcaEspaña. Ya están a la venta las entradas para el año que viene y hay algún grupo cerrado, esperemos que la cantidad de errores detectados se solventen y que disfrutemos en las mejores condiciones de los grandes artistas que tocaron y de un público que, por lo general, fue magnífico.

Si estuviste en el Mad Cool, ¿qué añadirías como bueno y como malo a lo que he expuesto? Y si no, qué te parece lo que te cuento. Gracias por comentar y por compartir esta entrada de Bloggy Mary

María Rubio