La semana pasada no hubo Bloggy Mary. El miércoles 26 de noviembre murió mi padrino, hermano de mi madre, una persona muy muy allegada a mí: no tuve ni tiempo ni cabeza ni ánimos para escribir nada. Han sido días tristes y oscuros, que me han hecho rememorar el fallecimiento de mi padre, nueve años antes. Ni siquiera he estado en redes sociales o he mencionado algo en ellas: han permanecido en respetuoso silencio.
Ahora, más recuperada del impacto, he recordado una anécdota. El año 2005 fue aciago para mi familia. Además de mi padre, también había fallecido otro de mis tíos seis meses antes. En el aniversario del deceso, mi tía y mis primas organizaron una misa conmemorativa y aparecieron de negro riguroso. Cuando me permití observar que no era necesario semejante nivel de luto, sobre todo cuando se lo habían quitado días más tarde de la muerte de mi tío, me contestaron que la reina Sofía había ido así en no recuerdo qué acontecimiento y que era lo correcto. El ejemplo estaba mal traído pero, ante esa contestación, decidí no insistir.
La anécdota viene a cuento porque, repasando lo ocurrido durante estos días y aquellos otros, he estado dándole vueltas al Protocolo para funerales. Quiero fijarme, si te parece, en aquellos que son los habituales, los de personas anónimas y no los de grandes celebridades, como el de la duquesa de Alba de hace apenas un par de semanas. Y solo en los españoles de religión católica, pues las costumbres cambian según creencias y países.
En primer lugar, hay que diferenciar entre los decesos de los familiares más allegados y aquellos otros que pueden ser de familia en segundo o tercer grado, amigos o familiares de estos, vecinos, etc. Hablemos de los primeros.
La indumentaria tiene que ser negra y sobria. Uno de los momentos más impactantes del funeral de mi tío, el que murió hace nueve años, ocurrió cuando apareció una de las cuñadas con una blusa roja. Su excusa fue que, como hacía calor en esos días de mayo, no tenía una indumentaria más apropiada… Desde luego, mientras permaneció en el tanatorio de esta guisa, se dio cuenta de lo inapropiado de su elección, algo que no se volvió a repetir.
La familia más cercana es costumbre que permanezca en el tanatorio durante día y medio aproximadamente, hasta que se produzca el momento del entierro. Por lo tanto, es conveniente ir con ropa elegante pero cómoda; en el caso de las mujeres, sin maquillaje, con pocas joyas o ninguna, nada de escotes, vestidos ceñidos, ni tirantes, faldas un poco por encima de las rodillas o por debajo de estas, o bien pantalones, es decir, una indumentaria discreta.
Al tener familia en un pueblo, he podido comprobar que algunas tradiciones son diferentes. En Madrid es cada vez más raro que el velatorio se prolongue por la noche; el cansancio hace mella y el día del sepelio es muy duro, por lo que un buen descanso permite afrontarlo en condiciones decentes. Por el contrario, en el ámbito rural, sí se suele velar al difunto en la casa donde vivió, no en el tanatorio, durante el tiempo que haga falta. Las personas que acuden, además, suelen llevar comida para los allegados.
El comportamiento lo regula el sentido común. Aunque, como es lógico y sano, puede haber momentos más distendidos, las conversaciones se producen en un tono respetuoso, y los llantos y lamentos suelen ser sordos, sin estridencias, a pesar de los pesares y de los instantes más dolorosos en los que todo parece derrumbarse alrededor. Si se produce algún momento complicado, ahí está el resto de la familia para procurar el máximo consuelo.
Porque, desde mi modesto punto de vista, esta es la labor de los allegados que no pertenecen al núcleo duro familiar: estar junto a los más afectados, calmarles, apoyarles, darles ánimos y mostrar el cariño hacia ellos. Es una labor complicada, que requiere cierta sensibilidad y empatía, sobre todo cuando se produce el sepelio, sea entierro o incineración.
Cuando hay una misa, en el pueblo, por ejemplo, el orden que ocupa cada miembro de la familia está muy establecido y en Madrid, aunque no es tan rígido, sí que se respetan los sitios. Los más allegados se sitúan delante del todo y el lugar en el que están es más lejano al altar en la misma proporción que el asistente lo es al fallecido.
Lo que sí varía es el momento posterior al funeral. Al menos en la zona rural que conozco, toda la iglesia pasa por delante de la familia dando el pésame, uno por uno. Es más, las mujeres que acuden pero que no forman parte de ella (amigas, vecinas, conocidas, etc.), tienen la costumbre de ir a la iglesia perfectamente vestidas, maquilladas y peinadas.
De hecho, hace ya un par de décadas, cuando murió un hermano de mi padre, casi tengo un altercado con una señora que estaba detrás de mí por un comentario fuera de lugar y rozando la mala educación; dijo que no daba un beso a la viuda porque se podía despeinar y que bastante le había costado la peluquería para permitirlo: solo me bastó una mirada para que la mujer no volviera a abrir la boca durante el resto del sepelio.
En Madrid, al funeral solo acuden los más íntimos, quince o veinte personas tirando por lo alto. Lo que impide que se produzcan situaciones como la descrita.
Respecto al asistente al velatorio que no pertenece a la familia más cercana, su indumentaria ha de ser también sobria, en colores de la gama de los grises, marrones y tonos oscuros. Está mal visto que vaya completamente de negro, algo que solo se deja para los más allegados.
Hay que evitar expresiones semejantes a “con lo bueno que era”, “siempre mueren los mejores” o frases igual de vacías. Es mejor un “lo siento” o un “te acompaño en el sentimiento”. E incluso a veces basta con un abrazo y un gesto de cariño sincero.
No soy partidaria de acudir al funeral a menos que te lo pida la familia o que el nivel de confianza y de relación sea alto. Creo que son momentos demasiado íntimos. Para ello, existen las misas que se suelen celebrar una o dos semanas más tarde del deceso.
Por último, quiero mencionarte un elemento que siempre trae discusión: el de las flores. Las coronas tienen la simbología del ciclo de la vida pero también están los ramos, siempre con bandas que lleven escritas muestras de cariño.
Mi opinión, muy personal, es que con una corona, la de la familia, es suficiente; el resto se suelen destruir o quedan abandonadas en el cementerio; prefiero dar el dinero que me iba a gastar en ellas a organizaciones de auxilio social. Me gustan más los ramos de flores, que pueden llevarse a casa.
Tampoco soy partidaria de los recordatorios; la familia y los amigos no van a olvidar, y el resto es muy probable que acaben tirándolo a la basura. No le encuentro la necesidad.
Perdona que me haya salido una entrada tan luctuosa y, como siempre, gracias por comentar y por compartir.
María Rubio
Reblogueó esto en PROTOCOL BLOGGERS POINTy comentado:
Originalmente publicado en Bloggy Mary
Muchas gracias por compartir esta información. Mucha gente es una desubicada en estas situaciones. Siento mucho el triste momento por el que pasas. Ánimo!!
Hola, Isabel. Muchas gracias por tu comentario y por tus palabras de pésame. Poquito a poco. Un abrazo.
En general estoy bastante de acuerdo con tu post, pero discrepo en algunas cosas. En Madrid los funerales suelen ser bastante multitudinarios, todo depende de la vida social del difunto y sus allegados. De los tres lugares en los que se puede acompañar a los deudos, tal vez al que más personas asisten es al funeral con diferencia, al menos así ocurre en mi entorno.
Y otra cosa en la que discrepo que los familiares cercanos, mejor sería decir cercanas, no deban ir maquilladas. En Madrid que no se celebran misas de » corpore insepulto», sino que los funerales suelen ser al menos una semana después del óbito, creo que es de buen tono que las señoras vayan maquilladas, peinadas y bien vestidas, todo esto, por supuesto, hecho de un modo absolutamente discreto. A mi esas caras demacradas y los pelos desaliñados me parecen una enorme falta de respeto al lugar donde se celebra, a los asistentes y, sobre todo, al difunto.
Hola, Mª José. Por desgracia, he tenido que asistir a bastantes funerales desde los 13 años, que fui al de mi abuelo (otros dos murieron antes, pero era muy pequeña), hasta el actual de mi padrino. Incluyo el de amigos: una de 17 años, en el Instituto, y otro de 21 años, en la Universidad (mi mejor amigo). Ambos tuvieron bastante asistencia pero te garantizo que nada en comparación con los que he vivido en el pueblo. Por supuesto, hablo de mi experiencia; a lo mejor la tuya ha sido distinta.
Es posible que me haya explicado mal. Cuando hablo de funeral, me refiero al propio entierro o a la cremación de los restos. Otra cosa es la misa funeral que, efectivamente, es multitudinaria y se celebra antes de que finalice el primer mes del óbito.
En el tanatorio, durante el velatorio, recomendaba que las mujeres más cercanas al difunto no llevaran maquillaje por una simple cuestión de lógica: el llanto. Y no es el momento de andarse retocando.
Tras el velatorio, para las familias católicas, se celebra una pequeña homilía en el cementerio, que es donde decía que, en mi opinión, solo deberían asistir los más allegados.
Sí que estoy de acuerdo en que durante la misa funeral, una o dos semanas más tarde, las mujeres han de ir arregladas. Por cierto, una cosa es no ir maquillada y otra muy distinta es ir desaliñada, algo que en ningún momento he recomendado en el artículo, al contrario.
Gracias por tu comentario que me ha permitido puntualizar temas que, a lo mejor, no quedaron lo suficientemente claros en el texto.
Feliz noche, María José.