Los amantes de la Historia, del Protocolo y de la Comunicación estamos teniendo unos días más que agitados. La abdicación al trono de Juan Carlos I y la proclamación de Felipe VI como rey de España es para mí mejor que si me tocara la lotería. Formo parte de una generación privilegiada, que ha tenido la posibilidad de vivir momentos históricos gracias, en la mayoría de los casos, a los adelantos técnicos. Nuestros abuelos, aunque fueron coetáneos de otros muchos, no eran conscientes de ellos porque no formaban parte de un mundo globalizado como el actual.

Veamos los precedentes de lo que hemos estamos viviendo. El más inmediato es el de D. Juan Carlos, aunque su juramento ante las Cortes se produjo en unas circunstancias un tanto especiales. De hecho, no juró la Constitución porque esta aún no existía. Estaba rodeado de militares y obispos. Además, todo el hemiciclo iba de negro por la muerte de Franco, excepto el rey, de uniforme, y la reina, que en un gesto lleno de significado, fue de rosa.

Juramento del Rey Juan Carlos I

Juramento del Rey Juan Carlos I

Si nos remontamos a Alfonso XIII, tampoco su entronización fue “normal” pues ya nació rey y su madre juró como regente, también de negro, por el fallecimiento de Alfonso XII, cuya subida al trono resultó igualmente peculiar. A pesar de ello, el bisabuelo del actual monarca hizo el juramento cuando cumplió la mayoría de edad. Lo contaba de esta forma, el 30 de mayo de 1902, “La ilustración española y americana”.

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Así pues, hemos de remontarnos a Amadeo de Saboya para poder hablar de una ceremonia en la que el rey juró una Constitución, a pesar de que el pueblo no estaba mucho por la labor.

En definitiva, que la ceremonia de ayer es, en muchos aspectos, novedosa dentro de nuestra historia y todos estábamos deseando ver cómo se iba a desarrollar: no hay muertes de por medio, ni regencias, ni reyes de nacimiento, ni estamos en un sistema absolutista sino en una Monarquía Parlamentaria. La pregunta que me hacía, justo ayer cuando estaba preparando esta entrada de Bloggy Mary, es si la modernización de la que hablaba a principios de mes, también se extendería a la ceremonia de proclamación (recordemos que al rey no se le corona ni entroniza en España).

La verdad es que, en principio, creo que han intentado aunar la tradición y la modernidad, más de esta que de aquella. Bien es cierto que, en parte, me ha recordado a la boda del entonces Príncipe de Asturias y, en parte, al juramento de su padre y de él mismo. Aquí te dejo el documento elaborado por la Casa de SM el Rey sobre los actos de abdicación de D. Juan Carlos y de proclamación de Felipe VI. Es francamente interesante:

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Escuchando ayer el discurso de SM D. Felipe, a mí me quedaron las siguientes impresiones:

  • Insistió varias veces en que estamos en una Monarquía Parlamentaria, cuyo poder se asienta en la soberanía nacional, en el pueblo: “comienza el reinado de un rey constitucional”.

  • El punto anterior es tan importante para él que pidió, por un lado, la oportunidad de demostrar su valía para que, gracias a su “trabajo y esfuerzo diarios, ellos (los españoles) se sientan orgullosos de mí”; y, por otro, quiere ganarse el aprecio y la confianza de los ciudadanos con una conducta “íntegra, honesta y transparente” y siendo un ejemplo, desvinculándose de esta forma tan clara de los asuntos judiciales de su hermana ausente, la Infanta Cristina.

  • Futuro, futuro, futuro y más futuro… pero sin dejar de aprender del pasado; el “somos una Monarquía renovada para un tiempo nuevo”, que él destacó en dos momentos del discurso, ofreciendo un titular perfecto (y también un tuit). Y este futuro, además, se apoya en la educación, en la ciencia, en el emprendimiento, en el medio ambiente y en la innovación.

  • Hizo varias menciones a su generación (también la mía), personas que ahora somos los encargados de construir y de velar por el futuro de los que vienen detrás.

  • Unidad de España: “unidad no es uniformidad” sino que es “una diversidad que debe fortalecernos”. Y, al tiempo, pide consenso, incluso con acuerdos entre las fuerzas políticas cuando lo aconseje el interés general, y se ofrece a escuchar, comprender, advertir y aconsejar. Ahora sería interesante saber si los diferentes poderes nacionales o autonómicos hacen lo propio…

Sin embargo, a parte del discurso del rey y del más envarado de Jesús Posada, el presidente del Congreso, me quedo con los gestos que, ellos sí, me muestran que la modernización está en marcha.

Los reyes, en todo momento, quisieron dar una imagen de cercanía, la misma que Felipe VI anunció en varias ocasiones durante su intervención. Y qué mejor forma de hacerlo que

  • con una reina que en vez de ir de gala, como correspondía dado el uniforme de su marido, escogió la sobriedad de un “traje de calle”;

  • mostrándose cariñosos entre ellos, con una Dña. Letizia pendiente en todo momento de sus hijas, como madre que es, y de un D. Felipe acariciando a las niñas en cuanto tenía ocasión;

  • con emotivos agradecimientos y demostraciones de respeto y cariño hacia los reyes “padres” (qué mal me suena dicho así);

  • solicitando un coche descubierto y haciendo el recorrido en pie, para sentir el “calor” de los ciudadanos de Madrid, y vaya si se lo dieron;

  • saliendo al balcón del Palacio Real, no como hemos visto últimamente en los reyes extranjeros, sino transmitiendo ese amor familiar (abrazos, besos, gestos de complicidad, sonrisas). La imágenes de las carantoñas de D. Juan Carlos con su nieta, la Princesa de Asturias, son emotivas y fáciles de entender por todos los abuelos.

Pero, al tiempo, lejos de ser empalagosos, fueron instantes cercanos que se equilibraron con el juramento del rey; su discurso, que a mí, personalmente, me pareció redondo; con la revista a las fuerzas armadas; y con el saludo a los más de dos mi invitados en el Palacio Real. Es decir, creo que demostró compromiso, trabajo, cercanía y profesionalidad, justo lo que me parece que quería transmitir. Hasta ahí, redondo.

Desde el primer momento, los gestos fueron en continua sucesión. Primero, con la firma del rey Juan Carlos Ley Orgánica 3/2014, publicado por el BOE esa misma noche, por el que abdicaba el trono, lleno de emotividad en el abrazo entre el padre y el hijo, además del gesto de cambiar su silla por la del todavía Príncipe de Asturias, y de “sentarse” cuando sus nietas fueron a besarle.

Luego, durante la imposición de la faja de capitán general, donde también se abrazaron emocionados el rey saliente y el entrante, y donde Felipe VI, antes de saludar al ministro de Defensa y a los mandos militares, fue a besar, por este orden, a su mujer la Reina, a la Princesa de Asturias, a la Infanta Sofía, a la reina madre, a su hermana, la Infanta Elena, y a su sobrino Froilán.

Y, por último, el juramento con la mano puesta en la Constitución, sin crucifijo ni biblia, como rey de todos los españoles (al igual que se declaró su padre), sean de una confesión o de otra, algo que no hacen los ministros.

Sí, pienso que estamos en una Monarquía renovada para un tiempo nuevo, que le dejen o no sacarla adelante nuestros políticos, es ya harina de otro costal. El rey a mí me resultó creíble, ¿y a ti? ¿Qué opinión te merece todo lo que ha venido ocurriendo desde principios de mes?

Gracias, como siempre, por tus comentarios y por compartir.

María Rubio