El Protocolo en Redes Sociales es uno de los pilares de Bloggy Mary. Bien es cierto que llevo tiempo sin escribir sobre ello porque no se habían dado las circunstancias… que ahora sí han concurrido.
En su momento, expliqué unas pautas de sentido común para Twitter, Facebook y LinkedIn. Aunque las actuaciones en determinados puntos hayan cambiado por la masificación que han sufrido (ya lo retomaré en otro artículo), la base sigue siendo la misma: el sentido común y el respeto por los demás, estés o no de acuerdo con la opinión que formulen.
La razón es obvia, pero va más allá de tener una educación básica. Cuando no lo hacen por ella, al menos, que sea porque, además, tus actualizaciones y la forma que tienes de comportarte afectan a la imagen que los demás tengan de ti, a tu reputación, algo cada vez más importante, sobre todo, si tenemos en cuenta que los reclutadores y los cazatalentos también se guían a la hora de contratarte por tu comportamiento en las redes.
Parece que ocurre con más frecuencia de la que cabría desear que confundimos opinión, con menosprecio e incluso con insulto. Veamos cómo define la Real Academia Española (RAE) los tres conceptos:
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Opinión: “Dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable” o “Fama o concepto que se tiene de alguien o de algo”.
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Menosprecio: “Poco aprecio, poca estimación” o “Desprecio (desdén)”. Vayamos a estos últimos conceptos: “Desaire, desdén”. Y Desdén: “Indiferencia y despego que denotan menosprecio”.
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Insulto (insultar): “Ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones”. Y Ofender: “Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos”.
Es decir, la opinión es expresar tu criterio o tu sentir acerca de un determinado tema y, para mí, implica respeto. El que practica el menosprecio es desconsiderado con el interlocutor, desdeña sus opiniones, lo subestima y lo desaira. El insulto es el grado máximo de agravio porque no solo conlleva desdén, sino que además es de una falta de respeto brutal. El problema está en que en las redes sociales es muy fácil elegir las dos últimas opciones si no te gustan las opiniones de los demás. Distinto sería, la mayor parte de las veces, si tuvieran que decir lo mismo cara a cara. ¿Cuántos crees que se atreverían?
Hace unos días, subí un debate a LinkedIn. Era el último artículo de un blog escrito por una persona que, además de ser mi amiga, es una excelente profesional. Perdona si dejo aquí los datos que te facilito porque tampoco quiero perjudicar a terceros.
Una persona dejo un comentario inicial. Voy a olvidar en este caso si su opinión era acertada o no; era la suya y me parece bien establecer un diálogo sobre por qué él consideraba que una determinada palabra significaba una cosa y por qué yo pensaba que era otra. Explica su postura, yo la mía, ambos aprendemos y vemos si hay acuerdo o cada cual sigue en sus trece.
Sin embargo, entre opinar, menospreciar e insultar hay una raya que, en ocasiones, trasladamos más cerca de un lado o de otro, según nuestros intereses. Te dejo exactamente sus palabras y tú mismo decidirás cuál de los tres verbos se aproxima más a lo que él expresaba:
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“Con todos mis respetos, ese artículo no tiene ni pies ni cabeza, (…) vamos que se ha metido en un charco sin tener ni idea”.
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“(…) lo primero es hablar con cierta propiedad, propiedad que entiendo que un neófito la confunda, pero alguien ligado al diseño y la publicidad no pueden hacer”.
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“Yo no menosprecio a nadie, simplemente expongo la falta de rigor, y la falta de conocimientos que se tiene ante una materia, eso no es menospreciar, es OPINIÓN (…) Lamento que no se entiendan mis palabras, pero yo no menosprecio a nadie. Opino”.
No contento con ello, decidió trasladar el debate, que estaba en un grupo cerrado, al suyo propio, que es abierto. Este es el inicio: “Alucinante… Hoy por esta red encontré el link que os dejo, y alucino. (…) Algunos profesionales tendrían que revisar los varemos -sí, lo puso con “v”- del trabajo que se realiza (…) y dejar de meterse en charcos de lo que obviamente no tienen ni idea. En fin un disparate que anda gustando por la presente red”.
Cuando terceras personas que, ahora sí, al ser abierto, intervinieron en el debate, la posición que esgrimía volvió a ser inamovible, copiando frases completas del que estábamos manteniendo nosotros, aunque luego, dadas el resto de intervenciones que defendían a la “agraviada” (tú decides si lo es o no), fue suavizando su tono hasta hacerlo cercano a la educación y al respeto que debía haberlo presidido desde el principio.
Te explico el porqué considero que estaba menospreciando a quien escribió el artículo. Además de leerlo con atención en vez de en “diagonal”, ya que no decía lo que él entendió, algo bastante habitual en esta época de prisas, debería haberse informado de si esa persona era especialista o no en la materia. Desde luego, no tiene por qué saber que se trata de una profesional que se informa muy bien antes, preguntando a quien corresponda, sobre aquellos puntos que para ella son más desconocidos. Pero, desde luego, se merece siempre el beneficio de la duda y el respeto.
Dicho esto, aún en el caso de que fueran erróneos los datos que escribió, eso es aparte del uso de determinados términos. Él puede decir que opina, a mí lo de “no tiene ni pies ni cabeza”, no tiene ni idea, “falta de rigor y falta de conocimientos” y “disparate”, me parecen palabras un tanto fuertes y rozan el insulto. En otro punto, nos acusaba de que usábamos las palabras con una falta de propiedad absoluta. Estoy de acuerdo, hay que saber elegir muy bien cómo expresarse para decir lo que se debe sin molestar a nadie.
Con ello volvemos al inicio de este artículo, ¿hasta qué punto estamos opinando y hasta cuál otro lo que hacemos es menospreciar e insultar? En redes sociales, hay que tener mucho cuidado con lo que se sube. De hecho, he llegado a borrar hasta tres respuestas en este debate que te digo porque consideraba que se excedían, a pesar de que, eso sí, ninguna de ellas le faltaba al respeto.
Por si lo quieres saber, el debate inicial terminó con una frase suya en la que, por una vez, estuve totalmente de acuerdo: “no hay peor sordo que el que no quiere oír”.
Es tu turno y me gustaría que contestaras en los comentarios cuál es tu parecer sobre las preguntas que te he ido incluyendo en el artículo. Gracias por hacerlo y por compartir, si te ha gustado.
María Rubio
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