Estamos en la recta final de las vacaciones y la mayoría ya nos hemos incorporado a nuestros quehaceres habituales, entre ellos, escribir en Bloggy Mary, que lo tenía un poquito abandonado: cosas de la desconexión. Espero que hayan sido estupendas también para ti.
Sin embargo, a pesar de que la falta de tarifa plana (me la fundí rápido, incluyendo una ampliación posterior) me impidió estar tan al día como hubiera sido mi intención, sí que, en plan tortuga, conseguí leer algunos artículos interesantes que me fui guardando para el blog. De paso, alguno logré subir a las redes.
Uno de ellos era de mediados de agosto y lo publicó la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). El título era “Llamadas al móvil en los aviones, el último reducto”. En él se hacía eco de un editorial de The New York Times en el que se señalaba que “los móviles han permitido que los más molestos de entre nosotros encuentren nuevas formas de perturbar la paz en los espacios públicos, como trenes, teatros y restaurantes” y que el gobierno norteamericano estaba estudiando la prohibición de las llamadas en los aviones, último reducto de tranquilidad.
Como bien sabrás, Europa ha autorizado el uso de los móviles durante los vuelos, así que, en breve, se acabó la paz en ellos… aunque todo dependerá de las tarifas de roaming que quieran ponernos los operadores, que esa es otra.
Subí el artículo a LinkedIn, al grupo de la Asociación de Protocolo, y en un comentario me decían que estaba muy bien lo de los aviones pero que lo peor se da en los autobuses, los barcos, los bares y restaurantes, los trenes y el ámbito público cerrado en general. De hecho, recordarás que el 7 de julio (San Fermín), RENFE puso en marcha el coche en silencio, un vagón donde, entre otras cosas, “no se permite mantener conversaciones por teléfono móvil”.
Y es que el cacharrito en cuestión tiene muchísimas ventajas pero también algunos inconvenientes que provienen de un uso poco respetuoso con los demás, como comenté en esta otra entrada. Por lo tanto, voy a dar unas pautas que creo que nos vendrá bien recordar a todos. Se trata de ideas que solo tienen como guía el sentido común y eso, el respeto a los demás.
Puedo entender que los mayores y otras personas con problemas de audición, mantengan conversaciones a un volumen muy superior al aconsejable. Lo que ya no consigo comprender es que a mis semejantes que no están incluidos en estos grupos les dé por que los de alrededor nos enteremos, con pelos y señales, de la noche con el último ligue, de los problemas sexuales que tienen, de lo mal o bien que les va la economía y de su agenda para los próximos seis meses. No exagero, son ejemplos que me han pasado a mí personalmente.
¿De verdad piensan que nos interesa? ¿Se dan cuenta de que incluso puede ser conflictivo para su propia seguridad pues no saben quién les está escuchando? Si no lo hacen por respeto, que al menos lo hagan por lógica. Un truco de atención al cliente. Cuando la persona que está al otro lado del teléfono tiene un volumen alto, de forma automática tendemos a hablar de igual modo. Para evitarlo, lo mejor es bajar nosotros el tono y así nuestro interlocutor hará lo propio, manteniendo la conversación en el nivel adecuado.
También se ha puesto de moda, sobre todo entre los más jóvenes, el que todos nos enteremos de la estupenda música que escuchan. Los conciertos improvisados en cualquier ámbito de canciones grabadas en el móvil significan una gran falta de educación con respecto a nuestros semejantes, que pueden estar escuchando su propio repertorio con los cascos puestos, leyendo, conversando, etc.
Imagina lo que ocurriría si todos hiciéramos lo mismo: el transporte público se convertiría en un maremagnum de sintonías, cada cual a su gusto. No podríamos hablar, ni leer, ni conversar, ni siquiera escucharíamos las grabaciones o los avisos que nos tengan que dar. De verdad ¿a alguien le apetece que ocurra esto? Creo que ni siquiera a los mismos que lo hacen.
Y aún así doy las gracias porque ya se pasó la moda de los politonos, musiquillas que nos bombardeaban el cerebro hasta que el dueño del dispositivo tenía a bien coger la llamada. Por favor, poco me importa el tono que tengas, por muy chulo que sea, ¡¡coge el teléfono de una buena vez!! Tanto tu interlocutor como los que estamos a tu alrededor, te lo agradeceremos mucho. Es más, si dejaras el teléfono en vibración al menos en un restaurante, hospital y centro de salud, redondearías la cuestión.
Un último punto antes de terminar. Los avisos también pueden ser muy molestos, sobre todo cuando son continuos. Muchos de nosotros estamos en redes sociales y tenemos el Whastapp o cualquier otra mensajería (si no son varias) que echan humo. Los móviles están programados, de forma automática, para comunicarnos cualquier novedad dentro de las aplicaciones que tenemos instaladas. Habitualmente cada una tiene su propio tono, incluso es distinto el color del piloto del teléfono y la forma de vibrar. En estos casos, existen dos opciones. Puedes entrar en las herramientas de la aplicación y ajustar estos parámetros para que dejen de ser tan molestos; o bien, puedes silenciar el móvil en los momentos en que sea preciso.
En resumen:
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Mantén la conversación en el tono adecuado de forma que solo os enteréis la otra persona que está al teléfono y tú.
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Al escuchar música, hazlo a través de los cascos y si quieres compartirla, ofrece uno de los auriculares a quien te acompaña, pero no atormentes a tus semejantes.
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Coge el teléfono lo más rápido que te sea posible.
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Silencia el móvil cuando estés en lugares en los que pueda resultar molesto, como restaurantes, hospitales y centros de salud.
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Además cambia o silencia los avisos de las aplicaciones que tienes instaladas en los mismos casos que el punto anterior.
Se trata, pues, de respetar a los demás, igual que quieres que te respeten a ti.
Seguro que se me ha olvidado alguna otra pauta. ¿Quieres ayudarme a completar la entrada? Los comentarios son tuyos. Gracias también por compartir.
María Rubio
Intentar usar el «sentido común» sería mas eficaz que usar las nomas de protocolo de María Rubio. Esas «normas protocolarias» solo a un descerebrado que quiera leerselas y aplicarlas (cosa bastante improbable dado la innata estupidez del descerebrado) funcionarían algo. Las buenas intenciones de M Rubio es de agradecer, pero en mi opinión poco eficaces.
Hola, Gonzalo. Como bien dices y yo también indicaba en la entrada, el sentido común y el respeto por los demás (educación) son las mejores guías. Llámame inocente, si quieres, pero confío en la inteligencia del ser humano, en general, y de mis lectores, en particular. Lo que he pretendido ofrecer es un recordatorio, unas pautas lógicas de comportamiento, más que unas normas. Por supuesto, me encantaría que añadieras otras que consideraras más efectivas para que enriquecieras el texto. Muchas gracias por tu comentario, Gonzalo, y buen fin de semana.