Encabezo este artículo con una frase, en principio, atribuida a William Randolph Hearst, que también dijo otra que viene al pelo: “I make news” (“Hago -fabrico- noticias”). Como ves, la manipulación o directamente el inventarse o provocar noticias no es algo nuevo pero ahora alcanza una expansión y tiene un poder descomunal debido a la capacidad de difusión que le otorgan los medios sociales.
Esta semana, en dos ocasiones, uno de mis contactos en Whatsapp publicaba en un grupo una petición para ver un determinado vídeo y, con ello, conseguir donar cierta cantidad de dinero para una campaña sobre salud infantil de una ONG.
Puede que la primera vez piques pero cuando has recibido el mismo mensaje en varias ocasiones a lo largo del tiempo, es evidente que algo anda mal. Y era así. En cuanto indagué un poquito, lo que tardó en cargarse la página, vi que el vídeo era de octubre de 2013. Ya lo habían compartido la mayoría de las personas del grupo… y somos unas cuantas.
No sé cuál será la razón para que esta desfasada campaña siga apareciendo cada cierto tiempo pero me sirve como ejemplo para comprobar cómo estamos rodeados de noticias que, en este caso, no son exactamente mentira pero que, en otros, sí y, en muchas ocasiones, muy perjudiciales para empresas, marcas, países y personas.
Solo hay que ver lo ocurrido con las elecciones norteamericanas o, más recientemente, con la declaración de independencia catalana. Pero no se limita a ellos. Según Freedom House en una noticia que publica Portaltic, “Las tácticas de desinformación online intervinieron en las elecciones de 18 países en el último año”. Todo un problema que la Unión Europea intentan contrarrestar con un grupo especial, el East Stratcom Force, que identifica y actúa contra los bulos desde hace un par de años.
A parte de desestabilizar gobiernos y países, qué ganan los promotores de semejantes iniciativas y cómo se fabrican. Un estudio de Trend Micro, que analiza muy bien Juan Feal, de Lewis, nos proporciona las respuestas (y a mí, la idea del título en este post de Bloggy Mary). Te recomiendo que leas el artículo completo.
De él se sacan una serie de conclusiones bastante estremecedoras porque estas historias no solo buscan la desinformación sino que encima sus promotores sacan dinero de ellas a través de la publicidad. Por supuesto, los intereses económicos, como las caídas o subidas en bolsa, también están detrás de muchas de las manipulaciones, aunque el ámbito político es el que se lleva la palma. Y, además, invirtiendo poco dinero.
Utilizan todos los medios a su alcance para conseguir que nos traguemos las noticias: campañas de crowdsourcing, eliminación de noticias, indicadores de rendimiento (KPIs), eliminar contenidos, manipulación de votos,… y campañas integradas, empaquetadas y listas para que cualquier desaprensivo con un poco de dinero, consiga acabar con la reputación de periodistas, movilizar a las masas o crear influencers desde cero. ¿A que te resulta aterrador?
Las fake news o noticias falsas juegan con la psicología humana y con la mínima capacidad de atención que ha traído la sociedad digital. Por un lado, somos proclives a considerar como verdad aquello que se amolda mejor a nuestras propias creencias y, por el otro, leemos solo los titulares de las noticias, sin detenernos a analizarlas. Cuanto más llamativos sean, mejor.
Este atentado contra la información tiene un aspecto positivo. Los medios tradicionales, cuya lectura requiere cierto reposo y que tienen más tiempo físico para contrastar los hechos, empiezan a considerarse como una fuente de noticias veraz y fiable. Las redes sociales, por el contrario, ofrecen cada vez menor confianza. De ahí que muchas de ellas, estén implementando acciones para luchar contra las fake news.
Tampoco salen bien parados los medios digitales, imagino que contagiados por lo que ocurre con las redes. Ahora y siempre, no sé en el futuro, aquello que está escrito nos produce una mayor sensación de seguridad. Otra vez la psicología humana entra en juego.
Aunque no aparece España, un estudio elaborado por Kantar en Francia, Gran Bretaña, EEUU y Brasil, “indica que el fenómeno de las noticias falsas refuerza la confianza en los medios tradicionales frente a los digitales”. Las más beneficiadas son las revistas precisamente por el argumento que esgrimía en el párrafo anterior. Después los canales de noticias de televisión y de radio, y los periódicos del domingo.
Pero este fenómeno resulta aún más positivo puesto que “el 40% de la audiencia consulta más tipos de medios de comunicación que antes para informarse”. Es decir, contrastan las noticias, lo que acaba también con el escoger solo aquellos soportes que reafirmen las propias opiniones, sobre todo si son usuarios de redes sociales. Desde luego, no hay mal que por bien no venga, como dice el refrán.
Así pues, tenemos el cómo, tenemos el porqué y tenemos la forma de evitarlo, en parte, eligiendo informarnos a través de los medios de comunicación. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que estos, formados por personas, también pueden caer en la trampa.
Hemos visto lo impresionante y sofisticadas que resultan las herramientas que utilizan estos, cómo llamarlos, ¿desaprensivos? (lo sé, me quedo corta). Y las bondades de la Inteligencia Artificial para crear y desmentir dependerán de quién la utilice.
Somos nosotros, los consumidores, los que tenemos en nuestras manos luchar contra esta lacra. Según la consultora Gartner, en 2022, la mayoría de las noticias que nos creeremos en los países occidentales serán falsas y, lo peor, cada vez menos inofensivas.
Vamos en el buen camino al contrastar las noticias. Además, hemos de acentuar nuestro espíritu crítico y analizar muy bien el contexto, el canal, el lenguaje, el diseño de la web, la url y cualquier otro elemento que nos pueda dar pistas sobre la verosimilitud de lo que estamos leyendo o viendo. Y cuidado con las fotos, que las carga el desaprensivo de turno.
Asimismo, un elemento que ayudaría en gran manera es la educación. Es imprescindible formar a los jóvenes para que dejen de ser borregos, todos uniformes en sus opiniones, se hagan y nos hagan preguntas difíciles, aprendan a diferenciar las noticias falsas de las verdaderas con criterio. Sí, sé que con el sistema educativo actual “pinta en bastos”. Ahí es donde entran, al menos, los padres y los profesores.
Por lo tanto, educar, contrastar, observar y elegir medios que sean de confianza son los pilares que nos permitirán luchar contra las fake news. Teniendo en cuenta el ritmo de vida que llevamos y que leemos en diagonal, tengo mis dudas de que ganemos esta batalla por el derecho a la información, aunque, como hemos visto, hay atisbos de esperanza.
Sé que siempre han existido y que siempre existirán estos burdos intentos de manipulación (bueno, ya no tan burdos) pero no a estos niveles y con semejante poder. Depende de ti y de mí quitárselo.
¿Estás dispuesto/a? ¿Te ofrecen confianza los medios digitales o solo los tradicionales? ¿Contrastas la información? ¿De qué otras formas lucharías contra las noticias falsas? Espero tus respuestas aquí y en las redes sociales, que para el debate son estupendas.
Gracias por tus comentarios y por compartir el artículo de Bloggy Mary si te ha resultado interesante.
[…] Origen: #FakeNews: no dejes que la verdad te estropee un buen titular […]
Tienes razón, debemos confiar ciegamente en los medios de comunicación tradicionales, cuya independencia está fuera de toda duda http://opcions.org/es/consumo/grandes-medios-comunicacion/
Ciegamente, como indica en tu artículo, tampoco es una opción. A parte de los intereses políticos y económicos, los artículos están escritos por personas que pueden equivocarse sin mayor trasfondo, o que pueden ir tan rápido (los redactores son los que son), que no les dé tiempo a contrastar las noticias como les gustaría.
Sin embargo, el poder leer, escuchar y ver lo que dicen los diferentes medios (y no solo los que son afines a nuestras ideas), comprobar cómo explican las informaciones unos y otros, etc, sí suele dar una visión bastante aproximada de la realidad.
Es muy bueno ser consciente, como tú lo eres, de las posibles presiones hacia los periodistas. Pero también lo es darnos cuenta de que, en la medida de lo posible, existe un cierto filtro en los medios tradicionales ante la desinformación que no tienen el resto de fuentes.
Muchas gracias por tu interesante aportación, Mariano ???