La vida me sorprende constantemente y más cuando hablamos de política. Ni los hermanos Álvarez-Quintero podrían mejorar el sainete en el que ahora vivimos. Y que conste que no me estoy refiriendo en concreto a la repetición de las elecciones, que también sería posible, sino más bien a nuestro insigne exministro en funciones José Manuel Soria.
Fíjate que, en pocos meses hará tres años, escribí un artículo (bueno, dos) aquí, en Bloggy Mary, sobre las excusas del Protocolo. En él exponía mi rabia por el uso del término para tapar los abusos y los delitos que en su nombre se cometían: “no, si eso ha sido un problema de protocolo”. Más o menos lo que argumentó Margallo hace un par de semanas.
Sin embargo, es la primera vez que escucho a alguien dimitir por equivocaciones a la hora de comunicar sus mentiras. No lo dijo así el señor Soria, pero fue el argumento que dio otra de esas personalidades fuertes del Partido Popular, María Dolores de Cospedal. Ver para creer.
Bueno, en realidad, el Sr. Soria dijo en concreto que dimitía por la “sucesión de los errores cometidos a lo largo de los últimos días, en relación a mis explicaciones de mis actividades empresariales anteriores a mi entrada en política”, es decir, más o menos lo mismo.
Si miras el organigrama de la parte de Comunicación del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, verás que figura un tal Juan Santana como asesor. Cuando vas a buscar más información, se complica la cosa pues es difícil encontrar datos sobre él, excepto que es la mano derecha de Soria desde hace 20 años, que se lo trajo de Canarias y que está afiliado al PP. Poquito más sobre su carrera profesional, aunque sí ha protagonizado alguna que otra polémica en las islas, como puede leer aquí o aquí.
Después de mucho indagar, he encontrado una información de PRNoticias que explica un poco de su curriculum: “Comenzó su carrera profesional colaborando en ‘Antena Abierta’ y ‘Radio Las Palmas’, donde también fue técnico y titular de su programa. En esta etapa intervino en alguna ocasión en Carrusel Deportivo, con Iñaki Gabilondo y llegó a cubrir siete Camel Trophy y dos París-Dakar. Su pasión por la música le llevó también a ser presentador de ‘Los 40 Principales’”…
Sea como sea, hay dos vertientes interesantes en esta noticia. Por una parte, por fin, un miembro del Gobierno, da igual del signo político, ha dimitido por mentir porque, no nos engañemos, esa es la verdadera razón. Este artículo de Marcos Paradinas en El Plural lo recuerda con mucha guasa y retranca. Te lo recomiendo si tienes un ratín.
Por la otra, espero que no se ponga de moda el utilizar a la Comunicación, al igual que se hace con el Protocolo, para justificar cualquier tipo de desmán que se le ocurra al cargo público o privado de turno.
Se trata de una falta de respeto hacia cualquiera de las dos profesiones y hacia sus profesionales que resulta intolerable y que es sintomático de la opinión que sobre ellas tienen nuestros políticos. Tal vez deberían pensar en lo siguiente y solo centrándome en la Comunicación:
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Sin esta, no se les conocería ni reconocería.
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Nadie iría a sus actos públicos porque no sabrían ni que se iban a celebrar, así que nadie les votaría (ay, esas listas abiertas, ¿para cuándo?).
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Es más, estos actos estarían mal gestionados y planificados.
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La relación con los medios sería inexistente e inviable por volumen de consultas o por falta de ellas.
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Desconocerían cómo comportarse ante los medios, por ejemplo, en un debate electoral, rueda de prensa (¿la habría?), etc.
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No sabrían cómo salir de embrollos… iba a escribir “como este” pero es tan grave que ni siquiera lo hubiera conseguido con un buen asesor, aunque sí saldría mejor parado.
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¡Quién les iba a redactar sus discursos!
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Etc, etc, etc.
En este caso, qué le hubiera dicho al exministro para aminorar la debacle:
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Transparencia absoluta. Nada de mentir y mejor explicar los términos de su participación en las empresas de los Papeles de Panamá.
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Un plan con un mensaje coherente, y no declaraciones contradictorias, a destiempo y mal formuladas.
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Si es culpable de evasión de impuestos y / o de otros cargos, pedir disculpas y ponerse a disposición de la justicia, intentando resolverlo con la mayor diligencia posible. Y, desde luego, dimitir sin dar explicaciones absurdas y asumiendo responsabilidades.
Qué conseguiría con ello:
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En caso de ser inocente, acabaría de raíz con el problema.
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Evitar que se cumpla el refrán de que se coge antes a un mentiroso que a un cojo, tal y como ha ocurrido, lo que da de él una imagen pésima.
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Los jueces suelen ser más benévolos con las personas que reconocen su culpabilidad y que buscan enmendar el problema. Puede que solo le caiga una multa o una pena mínima de prisión que, al ser el primer delito, no tendrá que cumplir. Y la opinión pública tiende a perdonar con mayor facilidad.
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Esto último puede posibilitar que, al cabo de un tiempo, el político de turno pueda volver a las instituciones con los deberes hechos y recuperando su credibilidad, si cuenta con una buena estrategia, claro.
Y lo más importante, la Comunicación es básica pero no hace milagros. Puede enmendar errores, pero dista mucho de ser un saco donde ocultar y justificar delitos, al contrario. Merece todo el respeto, al igual que el resto de profesionales que, con su trabajo, hacen más fácil la vida de los cargos y personajes públicos.
Y al comunicador le gusta escuchar, como ahora me gustaría escucharte a ti. Así que, aquí tienes los comentarios y las redes sociales para contarme cuál es tu opinión y para compartir el artículo si te ha gustado.
María Rubio
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